Texto por: Zaci
Fotografías: AMyCU
El jabón ha sido esencial para la humanidad desde tiempos ancestrales y aunque han pasado muchos años, la base de la receta se ha mantenido inalterada, una mezcla de grasas y un alcalino que es regularmente hidróxido de sodio (NaOH), la reacción química de ambas sustancias es a lo que se llama saponificación, lo que da como resultado jabón y glicerina. Depende de la finalidad del jabón las grasas pueden ser aceites, grasas vegetales o animales y hay dos métodos de saponificación: En frío y en caliente.
Para hacer un jabón por el proceso de saponificación en frío, es necesario mezclar las grasas y la sosa cuidando que ambas estén en la misma temperatura. Se dejan reposar en un molde por 24 horas, se corta y después se dejan curar por 4 o 5 semanas.
La saponificación en caliente consiste en calentar las grasas y la sosa hasta que se transformen en jabón y glicerol. Se deja reposar por unas 12 horas y se puede desmoldar y usar, siempre y cuando el pH sea el adecuado.
Cualquiera de los dos procesos es bueno para tu baño o incluso para la lavandería, siempre y cuando este formulado y elaborado de forma adecuada, cuidando el pH del mismo.
Recuerda que podemos tener miedo a la sosa (NaOH), pero todos los jabones en su inicio la contienen, ya que es necesario para la formación del jabón, una vez que se lleva a cabo el proceso de saponificación la sosa ya no se encuentra presente en el mismo.
Los jabones son esenciales para la limpieza y el cuidado de nuestra piel, se elaboran con una gran variedad de activos que complementan tu rutina de belleza, te pueden ayudar con algunos padecimientos, pero recuerda que no hay productos milagro y en este caso un jabón no es todo lo que se necesita, la alimentación, la consulta con un profesional, harán toda la diferencia.
Esta colaboración se hizo para ZAX Magazine, da click en el siguiente botón para que puedas ver el artículo.
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